domingo, 4 de enero de 2009

Fuerzas en Afganistán


Nueve soldados de EEUU muertos en el peor ataque en años, un atentado suicida que se cobra 40 vidas... No es Irak, es Afganistán. La situación en este país ha empeorado drásticamente en el último año, hasta el punto de que ya supera en número de víctimas de la coalición a Irak y EEUU se plantea desviar tropas para reforzar el contingente afgano. Pero las dos operaciones han puesto al Ejército norteamericano al borde de sus fuerzas y los países de la OTAN se resisten a reforzar su compromiso en Afganistán.

Siete años después de la caída del régimen talibán y pese a la presencia de unos 60.000 soldados de 40 países, talibanes y terroristas han impedido la estabilización de Afganistán. En el último año, han redoblado sus ataques contra las fuerzas extranjeras, especialmente en el sur y el este.
Para entender lo que pasa en Afganistán hay que mirar a Pakistán. En las zonas tribales fronterizas entre los dos países, talibanes y terroristas son los amos, hasta el punto de que ya se lanzan ataques contra las fuerzas de la OTAN desde territorio paquistaní, sin que Islamabad pueda/quiera hacer nada.
Según The New York Times, los talibanes no sólo están utilizando esta zona como base para sus campos de entrenamiento o para introducir combatientes en suelo afgano, sino que se están haciendo con el control de sus recursos y sus ingresos para autofinanciarse. Las canteras de donde sale el mármol están ya bajo su control, y también recaudan impuestos y controlan el tráfico de drogas. Incluso tienen sus propios ‘tribunales de justicia’ y cárceles.
Washington ha aumentado la presión sobre el poder en Pakistán para que refuerze el combate contra estos grupos y culpa a su política de negociar con los militantes en las áreas tribales del incremento de los ataques.
La OTAN tiene desplegados 53.000 soldados de 40 países, de los que 19.000 son estadounidenses, y otros 16.000 en la operación antiterrorista bajo mando directo del Pentágono, una cifra que se antoja pequeña a juzgar por el empeoramiento de la situación. Un alto responsable de la Alianza Atlántica se quejaba recientemente de que el problema es que cuando recuperan un pueblo que ha caído en manos de los talibanes y se marchan a otra misión, estos vuelven, en un cuento de nunca acabar.
A esto se suma la debilidad del Gobierno central afgano y su presidente, Hamid Karzai, que no ha logrado hacerse con el control del país, y la corrupción rampante que está impidiendo la reconstrucción del país. Mientras, en Irak, parece que las cosas comienzan a ir mejor. También es cierto que hay muchos más soldados extranjeros, 160.000, de los que 150.000 son estadounidenses.
La violencia se reduce
El refuerzo enviado por el presidente Bush ha dado sus frutos, y el temor es que si empiezan a marcharse para tratar de evitar que Afganistán vuelva a ser el refugio de Al Qaeda, los logros conseguidos se evaporen.
A la reducción de la violencia también ha contribuido el cese de las hostilidades por parte del clérigo radical chií Muqtada al Sadr. Los túneles iraquí y afgano son largos y oscuros.
El régimen de Hamid Karzai recibió un duro golpe el pasado 3 de abril cuando Hayi Gilani, sobrino y uno de sus estrechos aliados del presidente, murió tiroteado fuera de su casa en Deh Rawud, provincia de Uruzgan, por seis hombres armados. Dad Mullah, un portavoz del gobierno provincial de Uruzgan, dijo que sospechaba que la muerte había sido "obra de operativos talibanes". El portavoz de Karzai, por su parte, alegó que la muerte de Gilani podría haber sido consecuencia de rivalidades de tipo tribal. Es lógico que el gobierno de Karzai no desee admitir que Gilani murió como consecuencia de una operación guerrillera, porque eso sería reconocer su falta de poder real y la creciente fuerza de la guerrilla en el país. Gilani había sido el hombre que dio refugio a Karzai en Uruzgan cuando lanzó su rebelión contra el régimen talibán a instancias de EEUU, en octubre de 2001.
La guerrilla afgana ha estado lanzando ataques casi diarios en los últimos meses contra las tropas de EEUU y los otros países que forman parte de la fuerza multinacional -formada por unos 11.000 soldados, la mayoría de ellos norteamericanos-. Todo esto muestra que la guerra en Afganistán está lejos de haber finalizado. De hecho, las Fuerzas Especiales de EEUU han admitido haber sufrido pérdidas significativas desde octubre de 2001. Al menos 175 soldados norteamericanos han resultado muertos o se hayan desaparecidos en este período.
Los guerrilleros se han reorganizado en los últimos meses y han anunciado que están dispuestos a combatir el tiempo que haga falta hasta que las tropas norteamericanas y de otros países extranjeros se vayan. En una entrevista con el servicio en lengua pashtun de la BBC, el Mullah Dadullah, un famoso jefe talibán, declaró que sus fuerzas se han reagrupado y establecido una alianza con otros grupos como el Hizb-i-Islami, de Gulbuddin Hikmatyar, un famoso líder de la resistencia afgana antisoviética de los años ochenta. Por su parte, el gobierno de EEUU ha reaccionado ante esta nueva alianza declarando a Hikmatyar "terrorista internacional".
La base de poder de Hikmatyar desde los años ochenta se encuentra en las zonas pashtunes del sureste del país, desde Kunar a Paktia. Él espera ahora en convertirse en un referente básico de la resistencia y un líder de los pashtunes. Él promueve ahora un programa nacionalista pashtun basado en la expulsión de las tropas extranjeras y el derrocamiento del "régimen títere" de Karzai. Hikmatyar se beneficia también de sus estrechos lazos con el servicio de inteligencia de Pakistán (ISI) que datan de los años ochenta, período en que él era considerado como el "favorito" de dichos servicios, hasta el punto que recibía de ellos la mayoría de ayuda internacional que el ISI canalizaba hacia la guerrilla afgana antisoviética.
Según diversas fuentes, el Hizb-i-Islami de Hikmatyar y los talibanes se han dividido las zonas de combate. Los talibanes luchan principalmente en Jost, Paktia y Paktika y el Hizb-i-Islami en Qandahar, Jalalabad, Gazni, Logar y Kabul. Los talibanes apelan en su lucha al sentimiento religioso de los afganos, mientras que el Hizb-i-Islami utiliza la bandera del nacionalismo.
Las atrocidades cometidas contra la comunidad gujar en las provincias de Baglan, Kunduz, Tajar y Badajstán ha sido también confirmada por una misión de la ONU que visitó estas áreas y se entrevistó con residentes locales. Ellos tienen prohibido también conceder entrevistas a los medios. En este sentido, su situación es parecida a la de los pashtunes que viven en el norte del país.

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